viernes, 16 de octubre de 2009
Guayaquil intentaba desarrollarse por su propio esfuerzo, pero estaba tan abandonada por el poder central de la Audiencia de Quito y de la Corona Española, que carecía de las más elementales necesidades urbanísticas. Sus calles presentaban características deplorables, pues carecían de pavimentación, y constantemente ya sea por las lluvias o por el desbordamiento del río y los esteros se convertían en verdaderos lodazales. Fue entonces que, por propia iniciativa y en procura de mejorar las características urbanas de la ciudad, en 1742 el Cabildo dispuso que se construyan calzadas de piedra en las bocacalles de Ciudad Nueva.
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