Su romance "A una dama imaginaria", o aquellos versos antológicos que tituló "A unos ojos hermosos", descubren el escondido encanto con que sabía tratar el tema del amor... Cuando le reclaman los asuntos religiosos suele trazar cuadros dinámicos llenos de fuerza o de colorido, como los de "Llanto de la naturaleza humana después de su caída por Adán" y "A la rebelión y caída de Luzbel y sus secuaces". Cuando le mueve la preocupación moralizante escribe sonetos con el símbolo de la rosa, que fue tan familiar en las letras latinas y españolas.
Precisamente la alegoría y los símiles de la rosa, en las aludidos sonetos y aun en la encomiada "Carta a Lisardo", este último poema, es de lo mejor que han producido las letras
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